sábado, 5 de febrero de 2022

PARO Y TIERRAS VALUTAS EN CANARIAS

La sostenibilidad y el uso de los recursos tiene también una lectura campesina. Es difícil de entender que en Canarias tengamos más de 200.000 parados y que nuestros campos tengan miles de hectáreas de terreno que en lenguaje local llamamos ‘tierras valutas’. Es decir, suelos sin surcos y, lo que es peor, carentes de valor desde un punto de vista productivo. ¿Hemos de hacer cursos en la Universidad de Harvard u Oxford sobre la agricultura y el medioambiente en Canarias? Por cursos sobre cambio climático, sostenibilidad, huella de carbono y economía circular que no sea.

Podemos entender que en los últimos años hayamos pasado de cultivar 15.000 has de papas en 1977 a 6.400 en 2013. Y que en 2020 se hayan sembrado unas 5.000  para situarnos en febrero del 2022 en 1.085 ha, incluyendo las últimas importaciones de papas de semilla. Aquí hay que tener un dato en cuenta: con fecha 27 de enero de 2022, habíamos importados en 13 meses solo 1.232 tm3 de papas de semillas. 

Por lo tanto, hemos de incorporar al tema de las papas una cultura agraria de población viviendo en el mundo rural. Hay que saber qué papel juega el campesino con ganado, manteniendo caminos, bancales y realizando la limpieza de la maleza en los campos. Y no olvidar que las tierras cultivadas siguen jugando un papel clave en la lucha contra el fuego porque evitan la propagación de los incendios.

Debemos tener el estómago y el medioambiente como referencias próximas y complementarias, algo que ahora no ocurre en estos momentos. Vivimos una realidad con contratos temporales que está separada de nuestra realidad social y ambiental. En el mundo de la política no hay una vinculación entre los aspectos productivos y los ambientales y se mira más para los votos que para los problemas sociales.  

Un estudio reciente de Science Natura Food nos recuerda que en el mundo vivimos 7.600 millones de personas  y que existen problemas de las tierras labradas, la deforestación, el abuso de la agroquímicas,  el aumento de demanda de grano para la ganadería y el agotamiento de suelos y acuíferos. Así, pone como ejemplos las producciones de soja en América del Sur (Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Argentina), la deforestación al sur del Sahel (en el caso de Nigeria, Golfo de Guinea), la agresión sobre la gran llanura China hasta Manchuria y los problemas agroambientales en California.

En una palabra: el estómago y el medioambiente han de ser aliados y tienen que ser temas que nos “contaminen” para una mejor gestión del territorio. A todo eso hay que sumar los problemas bélicos, que también tienen lecturas económicas y que pueden irradiar miseria a los pueblos que en teoría están alejados geográficamente, pero próximos desde el punto de vista social y ambiental.

Leamos los últimos datos –con ruido de tambores de guerra en el entorno- para hacernos una idea. Si leemos las importaciones de papas de semillas, podemos entender lo que ocurre en nuestro campo ya que el resto de los cultivos -fuera de los plátanos, aguacates y la viña-, están relacionados con las papas de color, los cereales y una disminuida actividad ganadera vinculada a la agricultura. 

Así, la papa es un cultivo elemental en la dieta de los canarios que dispone entre un 15%-20% de materia seca. No olvidemos que una hectárea produce de 15.000 a 30.000 kilos, siendo las papas un alimento básico para nosotros. Se trata de un cultivo localizado básicamente en las medianías húmedas de las zonas barridas por los alisios a la que hemos de añadir cultivos de regadío en zonas medias, o bien los Jables en el sotavento de Tenerife. El cultivo de papas, cereales y leguminosa crea, además, una barrera básica en la lucha contra el fuego en las medianías canarias. 

Papas cultura y economía.-

Debemos hacer una lectura de los últimos 50 años dados los cambios demográficos y sociales en las islas. La evolución de las importaciones de papas de semilla pone de manifiesto la evolución de la superficie labrada y las connotaciones sociales y ambientales de eso que ahora llaman huella de carbono, kilómetro cero, economía circular y sostenibilidad. 

Sería deseable la preparación para un modelo más sostenible en la que la agricultura esté más integrada ambientalmente y, por supuesto, socialmente. En un compromiso con un modelo más sostenible, con una agricultura menos agresiva desde el punto de vista ambiental y más equilibrada. 

Para ello hemos de potenciar una cultura y un compromiso político que sea social y ambientalmente defendible. Otro campo es posible con más agricultores y menos holgazanes. La sostenibilidad y la lucha contra el paro también tienen una lectura campesina. Es decir, tener que abogar por tener más campesinos que estén atendidos y respetados económicamente –con ingresos dignos- y socialmente. Eso supondrá una mejora no solo para nuestra economía, sino para nuestro medio ambiente. Dignifiquemos el trabajo en el campo y, sobre todo, retribuyámoslo como es debido para no depender tanto del exterior y para seguir contribuyendo a tener un Archipiélago mejor. 


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