Numerosos agricultores me comentan que la crisis agraria ha generado un gran número de fincas abandonadas y que eso está empujando a los agricultores que quieren seguir cultivando a tirar la toalla. La propagación de la ‘mundicia’ (animales ruines y dañinos) y parte de la fauna de toda la vida, más las ratas y otros animales asilvestrados, unido a la ampliación de los terrenos balutos -sin gestión- han provocado que las zonas cultivadas queden reducidas a pequeños islotes. Además, se ha aumentado la carga biológica y hostil en el entorno que han de soportar los agricultores.
Hasta hace unos años, la Administración realizaba campañas para frenar la propagación de las ratas y también teníamos un amplio número de campesinos que actuaban y cuidaban el mundo rural con actividades de caza, pastoreo y barbecho. También retiraban la leña muerta, limpiaban los entornos de las zonas pobladas y cubrían la demanda de hojas y ramas para las camas del ganado y para abonar los campos.