sábado, 11 de marzo de 2023

La Esperanza: preparando el verano


Cuesta leer con ojos de ayer lo que ocurre en el medio rural. El desconocimiento y desidia con la que se gestiona nuestro campo contrasta con la toponimia que en muchos casos nos indica cómo se gestionaba antes la vida de los pueblos, con conocimiento del entorno, y cómo ahora ignoramos y maltratamos aspectos básicos en los que teníamos unos conocimientos empíricos básicos de relaciones de los campesinos y la población local. Era una realidad en la que la alimentación de la población y la seguridad no eran palabras vacías, sino que casas, naturaleza, viviendas, monte, barrancos y acantilados tenían unas pautas que respetábamos en el quehacer de cada día. 

Antes teníamos las zonas pobladas limpias de maleza antes del 30 de junio. Aunque escribíamos con “s” Las Rosas, el topónimo “rozas” -de rozar el monte-, en realidad en el monte no abundaban los rosales ni antes ni ahora, quizás porque habría que regarlos en el verano. Y un ejemplo de libro de lo que hablamos podría ser el núcleo de Las Rozas, en La Esperanza (El Rosario), donde muchas casas están construidas a tres metros del majano del monte público. Cuánta lucha y miseria hemos sufrido para buscar tierra para cultivar cuando nos alimentábamos de lo que producía la tierra. 

Hoy día se nos plantean varias cuestiones: ¿Podemos mantener la seguridad ciudadana sin labranza? ¿Seguimos ignorando a los agricultores y ganaderos y la gestión y seguridad de nuestros pueblos, rodeados de monte, zarzas, hinojos, cañas y pajón? ¿Continuamos con la política de contratar barrenderos, ignorando la ganadería y la agricultura y no sólo como productoras de alimentos sino como elemento clave en la seguridad ciudadana? Ahora parece que las montañas de vegetación en las proximidades de las casas son más un tema de drones y más hidroaviones en vez de evitar las mismas con una labor agrícola y ganadera.

En La Esperanza tenemos tierras labradas, los frutales y los ganaderos. Hemos recorrido recientemente dicho territorio y se cuentan con los dedos de la mano los que tienen vacas, ovejas o cabras. No tiene desperdicio observar la superficie de tierra que labrábamos hace 20 años y que ahora se cultiva para cereal, papas, chochos, manzanos o ciruelos. 

Queridos campesinos, no se trata de cantos al sol ni de lamentos nostálgicos sino más bien la realidad que nos impone la guerra de Rusia contra Ucrania y los alimentos en el mundo y el trabajo. La seguridad y la vinculación entre población y territorio nos obliga a realizar otra lectura de la tierra y su gente: la cultura urbana y el móvil nos están separando del medio, del territorio, de la cultura rural y de lo local.

No podemos separarnos de las papas coloradas, los chochos, las manzanas reineta, el pastoreo, la retirada y limpieza de los montes de materia orgánica para abonar nuestros campos. Ni tampoco del corte y la limpieza de nuestros montes, del carbón vegetal con leña de aquí –y no importarlo de Argentina- y de la limpieza de los entornos de las zonas pobladas. 

Hacen falta más cortafuegos, más prevención y quizás menos sopa boba electoralista. Es lamentable esgrimir contratos para barrenderos como campaña electoral mientras el monte ahoga nuestros pueblos y aquí traemos abonos del exterior sin que apenas produzcamos estiércol para nuestros campos.

Este verano nos puede tirar de las orejas y dar un buen susto por esta situación que he descrito ante uno de los inviernos más húmedos en los últimos 20 años. Ahora hay una vegetación desconocida que ha crecido de forma descontrolada en un territorio apenas cultivado, sin casi agricultores y pastores en el que la cabaña ganadera no significa el 10% de lo que pastó hace 40 años. 

La prevención de incendios y la bajada del precio de los alimentos son compatibles. La sostenibilidad, el kilómetro cero y el control del paro son algo básico en un verano más sostenible social y ambientalmente. La dignificación económica y social del campo y los campesinos no pueden quedarse en declaraciones en campañas electorales. La cesta de la compra tendría que ser algo más que palabras de burócratas con alergia al trabajo y al esfuerzo que requiere el mundo agroambiental. Si no nos preparamos para el verano y recuperamos la labor de los campesinos, incorporando jóvenes y mujeres al campo, y la ponemos en valor como se merece, estaremos abocados a sufrir mayores desastres ambientales en nuestra.


Wladimiro Rodríguez Brito y Juan Jesús González


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