Este sábado 8 de junio celebramos el 50 aniversario de la terminación de la carrera de Geografía e Historia tema este que tiene mucho que ver, en mi caso, con un campesino que había dejado unos años antes la guataca y se había embarcado en los sueños del mundo universitario.
No estamos para nostalgias, sueños y mirar caminos recorridos, pero lo que sí motiva estas letras -más allá de las relaciones humanas con los compañeros y compañeras que estudiamos en este tiempo- es la lectura de la senda recorrida y, cómo no, de la valoración de lo que hemos hecho que en buena lógica tendemos a analizar y destacar los aspectos que apreciamos como más positivos y enriquecedores.
En mi caso la universidad de la vida me había marcado y el departamento de Geografía, profesores y compañeros de clase crearon-generaron un cambio de mentalidad -un cambio social- propio de lo que ha sido y es el mundo urbano y universitario. Indudablemente la primera lección de la vida en el mundo rural me ha marcado y en estos momentos esas señales quieren mirar, no para lamentarse sino incluso para corregirse (al menos de palabra), hacia el mundo que tenemos presente.
En este plano la Universidad me proporcionó herramientas para leer el territorio olvidando parcialmente la guataca, incluso las de mando a distancia, y en consecuencia más allá de la riqueza que la vida nos ha dado y la actividad profesional de cada día, está en ver de qué manera el mundo rural y el mundo urbano se acercan más porque desgraciadamente en este recorrido de 50 años he podido constatar ese alejamiento entre estos dos mundos, asunto clave y estratégico en cualquier planteamiento referente a nuestro modo de vida hoy día. No cabe que el mundo urbano se desarrolle sobre las cenizas del mundo rural.
Y es eso parte de lo que me motiva, más allá de las relaciones humanas con los compañeros para este 50 aniversario, el leer cómo se han ido separando (mucho más que en aquellos tiempos evidentemente) los campesinos y los urbanitas. Incluso cómo nuestra ULL permanece aislada, separada de lo rural, de tal manera que los que seguimos motivados y creemos en la complementariedad del mundo rural en aspectos básicos de tipo ambiental y social podemos ver cómo esta Universidad, a la que he dedicado gran parte de mi vida, ignora sistemáticamente mi recorrido.
Que viene esto a cuento, más que por otra cosa, de ver cómo ha caído en mis manos la recopilación que publica una fundación perteneciente a la Universidad de La Rioja (dialnet.unirioja.es), donde no conozco ni tengo referencia de compañeros profesores, donde se hace una recopilación de mi trabajo docente y en lo que a publicaciones, participación en tesis y demás se refiere, detalles éstos que no he tenido la oportunidad de ver reconocidos ni en mi propia tierra.
Lo que sí quieren ser estas líneas, más allá de un recuerdo entrañable respecto a lo que hemos compartido con estos compañeros y compañeras de promoción, es un mensaje que me obliga a lamentar que la universidad, a la que he dedicado parte de mi vida, ignora y desconoce es esfuerzo realizado en defensa del mundo rural (centenares de artículos y probablemente más de un millar de charlas) y para que lo que tiene que ver con el esfuerzo campesino no sea sólo un asunto de nostálgicos, como de hecho está ocurriendo en Canarias ya que en estos momento no sólo tenemos en campo cargado de maleza y olvido sino, lo que es peor, el mundo intelectual no considera ningún tipo de esfuerzo por acercar a nuestros niños y jóvenes, a nuestra cultura rural que, en definitiva, representa el camino hacia una realidad más solidaria ambiental y socialmente.
Es por ello que podemos considerar que la marginación del campo ha sido también la marginación de lo que a lo largo de mi vida he intentado revalorizar, con otros muchos compañeros, y los tiempos y las circunstancias actuales nos han situado básicamente en el lugar del olvido y la marginación, creyendo todavía en guatacas con mando a distancia.
En Canarias el mundo urbano ha convertido de alguna manera en escombrera y cenizas a lo rural, por lo que consideramos prioritario potenciar la complementariedad puesto que, entre otras cosas, no nos sobran recursos, tratándose de un debate necesario y estratégico al que de alguna manera la Universidad ha dado la espalda.
Y en este sentido resulta crucial el recuperar la cultura rural y su valorización para la escuela, para la formación de nuestros jóvenes y para favorecer una formación pegada a nuestra realidad ambiental y conocedora de nuestros recursos. Hace unos años me contactaron un grupo de jóvenes de San Miguel de Abona, que han llevado el nombre de canarias por muchos países del mundo con proyectos científicos y de robótica (Aldeatrón) ocupados y preocupados por el ahorro del agua, desarrollando después un proyecto que permitía localizar fugas en las redes de distribución.
Es ese, además de un motivo de satisfacción, el camino hacia un futuro de más equilibrio donde necesariamente se ha de contar con lo nuevo, lo tecnológico, pero sin perder la perspectiva de los que son no sólo nuestra señan de identidad como pueblo sino, además -y más en estos tiempos que corren- garantía para avanzar en lo posible a un modelo de autosuficiencia, en este caso alimentaria, del que hoy en día nos encontramos a años luz.
Wladimiro Rodríguez Brito
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