sábado, 14 de octubre de 2023

Pobreza y riqueza en Canarias


El pasado domingo, EL DÍA publicó unos datos de los municipios canarios más favorecidos por las rentas medias y los más depauperados en base a los datos de IRPF declarados en 2022 y referente a los ingresos familiares obtenidos en 2021. Así, en base a los datos de la Agencia Tributaria, se construye una foto fija que nos lleva de los 16.322 euros de renta bruta de Garafía a los 37.735 de Santa Brígida, los 33.529 de El Rosario o los 26.684 de Breña Baja. Son diferencias de renta que superan el 100% en algunos casos y que, sin embargo, se ha reducido en un pequeño porcentaje después de la pandemia.


Y no se trata de identificar nivel de renta con calidad de vida necesariamente, además de que la mayoría de las veces poco tiene que el precio de la vivienda o el alquiler en unas zonas y otras, pero no cabe duda que nos debe llevar a la reflexión el hecho de que algunos de los oasis verdes más importantes de esta tierra, desde el norte palmero, hasta Tazacorte o la Isla Baja en o Guía de Isora en Tenerife, se encuentre en ese vagón de cola del nivel de renta. Tampoco emporios turísticos como Adeje (22.152 euros), ni mucho menos Arona (19.638 euros), que se ha especializado también en área residencial del trabajador de servicios, se acercan a los niveles de Santa Brígida o El Rosario.


Obviamente, cuando vemos a municipios como El Rosario encaramados a las primeras posiciones, no estamos hablando de que sea gracias al sector ganadero de esas medianías, ni por las reinetas, las ciruelas o la papa colorada de Baga sino que más bien -al igual que ocurre en el caso de Tenerife con El Sauzal, Tacoronte o Candelaria- estamos hablando de lugares donde han establecido su residencia gran parte del funcionariado del sector sanitario, judicial, educativo o administración general que generalmente disfruta de un nivel de renta privilegiado en relación a la media. Algo así se puede ver probablemente en el caso de Breña Baja en La Palma.


Es difícil explicar cómo hemos llegado a esta situación, que probablemente tiene que ver con una parte del relato de la España vaciada; de ver a municipios como Garafía, que hace unos años en sus 100 kilómetros cuadrados llegó a tener la mayor cabaña ganadera del Archipiélago, donde fondeaban los barcos en la costa de Santo Domingo para embarcar mercancías hacia Gran Canaria y otras islas, convertido en un municipio marginal -en cuanto a nivel de renta- y con una pérdida de población de más del 50% en los últimos 50 años.


Y lo mismo ocurre en Barlovento, el municipio de Canarias que cuenta con mayor volumen de agua disponible y que tiene tierras de cultivo que incluyen extensiones importantes de plataneras cuya producción obtiene importantes subvenciones comunitarias de las que no disfrutan otras producciones, y donde “cotizamos” poco más que en Garafía, 17.793 euros. Igual de sorprendente que el emporio platanero de Tazacorte, Buenavista del Norte o Los Silos, todos ellos por debajo de los 19.000 euros.


En el caso de nuestra Isla Baja (Garachico, Los Silos y Buenavista) estamos hablando de las tierras de mejor cultivo de Tenerife y hemos sido incapaces de mantener un grado de respeto adecuado al esfuerzo que han llevado a cabo nuestros antepasados para poner todas esas tierras en condiciones y arrancar el agua de las entrañas de la tierra para ponerlas en producción, muchas veces moviendo la propia tierra y sorribando hasta con las manos para formar pirámides de piedras. Topónimos como Las Breñas (la Alta y la Baja en el caso de La Palma) dan cuenta de ese esfuerzo titánico. 


Cuando hablamos de semejantes diferencias en cuanto a nivel de renta, en relación en este caso a lugar de residencia, estamos hablando también de falta de respeto por nuestro paisaje y nuestro entorno, que nos causa disgustos serios como el de los incendios cada vez más voraces de estos últimos años y, desde luego, nos referimos también a nuestro desprecio por una soberanía alimentaria básica -ya de la soberanía total nos hemos alejado para siempre- que nos permita afrontar disgustos como el des escarabajo rojo y otros con cierto grado de sosiego. ¿Cómo podemos hablar de kilómetro cero, huella de carbono o economía circular cuando los vecinos de Garafía mantienen una renta de menos de la mitad que la de un vecino de Radazul o Punta Larga e incluso 10.000 euros menos que la media de Breña Baja?


Nuestros valores naturales como el agua o el suelo están siendo degradados hasta el punto que el nivel de riqueza, bien o mal entendida ésta al referirnos a la renta media, no se relaciona en absoluto con éstos y se prima al sector servicios relacionado con banca o función pública fundamentalmente. Y sí, es una falta de respeto a la que hemos contribuido entre todos por muy diversos factores que sería cuestión de analizar y corregir si no queremos seguir envueltos en esta deriva que ya supone hasta un peligro para nuestra propia seguridad. Sí, hablamos de seguridad, tanto alimentaria como en lo que tiene que ver con el control de los graves riesgos forestales que estamos percibiendo y sufriendo como nunca antes lo hemos hecho. Reflexionemos sobre esta situación antes de que sea demasiado tarde.


Wladimiro Rodríguez Brito y Juan Jesús González


 


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