sábado, 11 de noviembre de 2023

Una lectura del paisaje del norte desde la ventana de la guagua

Estamos en tiempos de leer y meditar sobre suelos, agua, naturaleza en un marco territorial, mirando y valorando los elementos humanos, y en definitiva lo que tiene que ver con el territorio y los recursos. En este sentido es de agradecer la invitación de los vecinos de Los Valles, en La Laguna, para que les hiciera de guía por la vertiente norte de Tenerife, desde La Laguna hasta El Tanque en el contexto de una isla que en los últimos 50 años ha pasado de más de 60.000 campesinos a menos de 10.000, la mayoría en edad de jubilación o próxima. 

La zona regada por los alisios en la isla es el territorio más poblado de Canarias y en el que, desgraciadamente, al mismo tiempo nos encontramos con más tierras balutas y cubiertas de matorrales. Puede ser una referencia importante. Se trata, sin duda, de una referencia a tener muy en cuenta cuando hablar hoy de recurso, en un contexto de cambio climático, es mucho más que declaraciones teóricas de buenos principios y/o de intelectuales aburridos. 

Canarias se ha situado en el mapa no solo por los viajeros más o menos ilustres a lo largo de la historia, valorando una naturaleza de la que nos han dejado el Jardín Botánico, parada de esta visita, ya que no sólo hablamos de seguro de sol, sino también por las desaladoras y en muchos casos por una cultura agraria singular, como ha ocurrido en el caso de las papas que han llegado a Europa desde Canarias, siendo ésta una de las zonas pioneras en el cultivo de variedades andinas al otro lado del Atlántico. Por eso sorprende tanto constatar que hemos llegado al punto de considerar en muchos casos al campo como sinónimo de ignorancia, de un pasado cargado de miseria, emigración... Pero en las condiciones actuales no parece sensato pasar página sin mirar para detrás. Porque ¿podemos plantear el futuro sin mirar para el entorno en lo referente al agua, suelo, uso de los mismos y su gestión? 

Hoy miramos desde la ventana de la guagua, un entorno cargado de vivencias de un antaño que ignoramos, con alegatos de progreso y de futuro habitualmente sembrando de contradicciones con campos abandonados , carreteras y autopistas que no pueden con las decenas de miles de coches que, sin embargo, siguen dejando los pueblos vacíos para después hablar de Tierra del Trigo sin trigo o de Icod de Los Vinos, viña antaño, en un entorno muchas veces de paro y marginalidad. 

Hasta qué punto se puede entender que la isla más poblada de Canarias dependa en alimentos básicos como la fruta, las papas o cereales y forrajes del exterior aprovechado básicamente coyunturas internacionales  de combustibles relativamente baratos o excedentes agrarios de numerosos puntos del planeta, incluso desde distancias superiores a los 20.000 kilómetros, caso de ¡cebollas de Nueva Zelanda! cuando se nos llena la boca con el discurso del kilómetros cero. Ahora, sin embargo, nos encontramos con un alto porcentaje de las tierras de cultivo balutas mientras recibimos papas de Egipto, volviéndonos dependientes hasta de la semilla británica. 

Sorprende, sin embargo, que hayamos llegado a esta situación en medio de planteamientos teóricos sobre sostenibilidad, huella de carbono, kilómetro cero, comercio justo, agricultura ecológica... El campo y sobre todo los campesinos están en franco abandono y lo que es peor, no contamos con programas educativos y económicos que prioricen otra visión de lo rural, otra sociedad en la que sostenibilidad sea algo más y cuente no sólo con el nombre sino además con apellido que se traduzca en programas concretos. Hay que recuperar al campo no sólo en el plano económico sino también en lo formativo para lograr que el mundo rural deje de ser algo suplementario y funcione como complementario al mundo urbano. 

El marco histórico y cultural nos obliga a leer el entorno en lo referente a recursos físicos, pero sobre todo con una reflexión seria entre territorio y población, ya que hemos vivido una época de combustibles y excedentes agrícolas y ambas cosas se ponen en cuestión hoy día no sólo por los conflictos bélicos sino por circunstancias relacionadas con las limitaciones que manifiestas la mejoras en las técnicas agrícolas cuando surgen dificultades como agotamientos de recursos, deforestación que hay que parar por necesidad, etc. Hemos pasado en poco tiempo de vacas produciendo 4.000 litros de leche por año a vacas manantial en Holanda por arriba de los 12.000, pero eso con dietas de granos y otros forrajes que hoy en día se complican no sólo por los límites que nos impone el cambio climático a la hora de arrasar por nuestros bosques y selvas en Brasil o Indonesia sino por agotamiento de los suelos efecto del abuso de herbicidas o fertilizantes químicos.  

Y parece claro en esta coyuntura nos toca en Tenerife, y en otros tantos sitios y hablar de agua y de una sociedad más sostenible que mire hacia todos los recursos y hacia la manera de utilizarlos de una forma más razonable ambiental y socialmente hablando, lo que implica más recursos hacia el mundo rural sin duda y hablar en nuestros pueblos de gestión de montes, del estiércol para abonar y darle estructura a las tierras de cultivo o de la rotación de cultivos para el mejor control de la polilla guatemalteca y todo ello relacionado con la necesidad de mirar hacia una alimentación de origen no sólo más cercano sino más beneficiosa para nuestra salud. En definitiva, mirar los alimentos de un modo diferente lo que implica garantías mínimas de ingresos y relevo generacional en el campo.

Y sí, como hemos dicho es fundamental que los jóvenes que se incorporen al campo tengan garantizadas unas rentas mínimas o unos precios de costes a los que producen la tierra. Una ley de arrendamientos de suelo que ofrezca garantías a las dos partes pero necesariamente penalizando los suelos tierras cultivables ociosas. Es decir, tenemos que hablar de un modelo socialmente sostenible, de un modelo que dignifique el mundo rural, es una contradicción que estén las carreteras bloqueadas por coches corriendo para la ciudad y el mundo rural siga perdiendo población y sin relevo generacional. Hablar de la isla del alisio o de la isla que era (y es) más húmeda, que tenía más suelo y que más población ha mantenido a lo largo de la historia y interrogarnos sobre por qué la gente huye del campo y por qué los jóvenes no se incorporan es entender que el modelo que tenemos parece que toca fondo. Tenemos que hablar de estas cosas si queremos entender y apostar por una sociedad más justa, más sostenible y, sobre todo, una sociedad con posibilidades de futuro.


Wladimiro Rodríguez Brito 

Juan Jesús González Afonso

No hay comentarios:

Publicar un comentario