sábado, 4 de noviembre de 2023

Tenerife, agua y requisa

Mientras el canal de Aguamansa ha vuelto a fallar y lo que trasciende son los problemas de El Rosario para suministrar agua a los presos de Tenerife II, cuando quizás esto sea la parte anecdótica de la situación preocupante a la que estamos llegando en la gestión del recurso mientras el sector primario se presenta como cabeza de turco a la hora de hacerse cargo de una deficiente planificación que no ha tenido en cuenta la necesidad de garantizar el suministro estratégico a la agricultura. El agua va al campo no para llenar piscinas sino para producir comida, mantener población, puestos de trabajo, cultura, paisaje… y la requisa es mostrar la puerta de salida a los pocos que quedan produciendo alimentos. 

Estamos volviendo a un desface entre la demanda y el líquido elemento pese al descenso progresivo del peso específico del regadío (especialmente en tomates y papas) respecto al consumo urbano-turístico que ya es mayoritario acaparando el 56% de esos 190 Hm³ que necesitamos de momento para satisfacer nuestra necesidades. Y es que en la década de los cuarenta, del siglo pasado, comenzamos a llevar agua corriente en las casas en un proceso que no se completó hasta bien entrados los setenta, en buena medida gracias a que la perforación de las galerías nos permitió multiplicar por diez la producción al pasar de 20 millones de metros cúbicos a superar los 200, pero la gestión tradicional ha entrado en crisis encontrándonos canales de más de 50 años y una carencia de gestión de galerías con menos de 15 pipas/hora. Eso, unido a una descapitalización del sector debido a la escasa rentabilidad agraria y las demandas del sector servicios hacen que la mayor parte de nuestro caudal esté mirando para las zonas urbanas. Siendo de destacar la carencia de la gestión pública en los canales y, en definitiva, en la gestión del agua. 

En el sur peninsular el regadío representa el 80% del consumo de agua mientras en Tenerife es casi de la mitad a día de hoy, sobre el 44%, y ni por esas hemos sido capaces de garantizar un suministro de calidad cuando estamos pagando más de 20 millones al año de sanciones a la Unión Europea por vertidos casi directos al mar de aguas sin depurar. Además de esto infraestructuras hidráulicas en precario, de tal modo que aún hoy nos encontramos con canales de 70 años como el del Sur, incluso a cielo abierto, y pérdidas (agua de calidad que desaparece como por arte de birlibirloque) que en algunos casos ronda el 50%. Indigerible si, además, consideramos las carencias en redes de alcantarillado y de riego, depuración y reutilización de las aguas negras donde no llegamos ni al 13% de recuperación de esos 92 Hm³que consumimos como uso urbano y turístico. 

Del Valle de Güímar, a modo de requisa, están saliendo recursos hídricos para intentar paliar la grave situación en la que nos está poniendo la precariedad en las redes de distribución que enviaba más de mil pipas por hora hacia el Área Metropolitana, hoy reducidas a menos de la mitad, una comarca compuesta por tres municipios a los que se les pide solidaridad cuando a día de hoy no se regenera ni una gota de agua para uso agrícola y donde municipios como Arafo, parte de Güímar o las medianías de Candelaria carecen hasta de alcantarillado. 

En Candelaria se ha construido la que habrá de ser depuradora comarcal que lo único que consume por el momento es el servicio de seguridad privada las 24 horas para que no la desvalijen. Y lo grave no es que se haya hecho la inversión y que no haya llegado ni un metro cúbico de aguas negras sino que no se está dando paso alguno para que tenga un terciario, con su respectiva red de riego, para nada más ponerse en marcha, esperemos que más pronto que tarde, la “solución” no sea el emisario sino la reutilización total para uso agrícola. ¿Otro suplicio de proyectos y burocracia por décadas?

Los agricultores de Güímar vieron una pequeña luz cuando hace unos meses el Cabildo instaló, junto al depósito de Las Rosas al que llega agua depuradas de Santa Cruz por la conducción pionera que las llevó al Sur hace treinta años, un módulo portátil de ósmosis que supuestamente iba a permitir aprovechar del orden de 2.000 pipas diarias de buena calidad. Pero pese a contar con la instalación eléctrica necesaria el módulo de 40 pies desapareció de allí al par de meses y ni agua ni mucho menos explicaciones. Eso sí, ahora se les pide solidaridad cuando con ese módulo hoy en día no habría problema alguno para ayudar a paliar la situación creada por el fallo de Aguamansa. 

El sector agrícola, y la gestión del agua en general, necesita de un mando único de tal forma que la pelota no vaya saltando del tejado de Consejo Insular, al de Baltén, a la Consejería de Agricultura... Estamos hablando de un asunto estratégico en el que los “atascos” pueden ser aún mucho más graves que los de las autopistas donde, sin embargo, se invierten centenares de millones en deprimir autopistas incluso por detrás de Los Rodeos con un coste energético, y sobre el territorio, difícilmente justificable cuando sólo el 6% de la población hace uso del transporte público.   

Son urgentes los compromisos de futuro, no basta con políticas de apagafuegos, y eso pasa por considerar la necesidad de la desalación para todo lo que son zonas urbanas por debajo de la cota 250-300 metros, reducción drástica de pérdidas en red que deberían avergonzarnos, recuperar la gestión de buena parte de nuestras galerías y pozos (hoy en muchos casos en el más absoluto abandono) y reutilización de aguas negras para uso agrícola, que ya en algunos países se están utilizando para hacer cerveza e incluso para el consumo directo de la población. Es de urgencia y, sobre todo, respeto el cada vez más depauperado sector primario que ha cumplido con su parte invirtiendo en riegos localizados y redes eficientes, como es el caso de Fuetes de Güímar que ha sido capaz de modernizar redes, recuperar galerías y llegar a unos niveles mínimos de pérdidas en red. Tomemos ejemplo. 

Wladimiro Rodríguez Brito 

Juan Jesús González Afonso

 


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