sábado, 6 de enero de 2024

Incendio y cultura agraria en el Valle de Güímar


En una lectura del paisaje que recorre la carretera TF-523, entre el cruce con la carretera de la dorsal (TF-24) y el municipio de Arafo, podemos encontrar quizás unos de los paisajes agrarios más ricos de Canarias, en muchos aspectos quizás equiparables a La Geria en Lanzarote donde, en unas condiciones climáticas típicas de zonas desérticas, se produce -en secano- uva, damasqueros, higueras, almendros, guindos… de extraordinaria calidad.  

Y ejemplos de adaptación de cultivos a las condiciones del medio hay en Canarias muchos y muy valiosos, pero no cabe duda que como caso único habría que referirse a los castaños, árbol típico de la Europa más húmeda, que el campesinado canario ha sido capaz de aclimatarlo a las duras condiciones de aridez del sotavento de la isla de Tenerife. 

Hablamos de los castaños por su importancia y amplia presencia en los altos de Chivisaya, pero no por ello debemos olvidar la presencia de otras especies de frutales muy exigentes en humedad pero que nuestros antepasados consiguieron adaptar aprovechado las escaleras de  nateros que se ubicaron en los barrancos con menor caudal como es el caso de los guinderos y otros. 

En la zona medio-baja del Valle de Güímar se desarrolló una cultura del regadío principalmente gracias a los manantiales históricos de Añavingo y posteriormente, gracias a que los tres municipios del Valle (Arafo, Candelaria y Güímar) se convirtieron por medio de las galerías en zona de alta producción de agua en la isla de Tenerife que, incluso, contribuyó al desarrollo industrial de Santa Cruz o a la llegada del agua de riego de calidad al Tejina o Valle Guerra gracias a galerías de altísima producción como la de Araca. 

Y en este plano hay que reconocer la importante repercusión del incendio de agosto en lo que tiene que ver con el asunto forestal, donde mayoritariamente el pinar ha iniciado ya un proceso de recuperación que esperemos venga acompañado de unas buenas pluviometrías pero con bajo grado de torrencialidad. Pero, efectivamente, este daño viene acompañado de una importante afección a las áreas de castañeros adaptados, incluso con diferencias morfológicas evidentes respecto al norte húmedo, que pareciera fueran merecedores de un planteamiento de recuperación eficaz, por lo que hemos de introducir los aspectos que tienen que ver con las crisis de campesinos, el abandono de tierras y el escaso o nulo mantenimiento de frutales. 

Además de ello, sin duda, se presenta como evidente en el caso de las consecuencias en los entornos de éste y de otros incendios la necesidad de no desvincular el tema forestal de lo que representa la agricultura y los agricultores. Lo forestal de la mano de los pastores (en este entorno ya no contamos con Nicomedes ya retirado) y los campesinos para defender no sólo puestos de trabajo y soberanía alimentaria sino, al mismo tiempo, estabilidad ambiental. Las zonas más castigadas por un pastoreo intensivo presentan mayor grado de deterioro y de riesgo que las de castaños y pinos sin duda.

Más del 90% de estos castaños carecen hoy día de gestión y en un contexto de cambio climático y escasez de recursos hídricos cualquier acción tendente a preservar nuestra agrobiodiversidad, especialmente en todos los aspectos que tienen que ver con la adaptación a la aridez, merece el mayor de los respetos. En el caso de los castaños de los altos de Arafo y Candelaria hay que decir que no existe un caso semejante en ninguna otra parte del Archipiélago, son castaños que compiten con las altavacas, escobones… mientras en Breña Alta o en los nortes compiten con el monte verde.  

En el caso de Arafo hablamos de uno los más ricos de Tenerife hace sólo unas décadas, con unas 700 hectáreas cultivadas en equilibrio entre secano y regadío. Sin embargo en estas tardes de primeros de enero de 2024 no nos atrevemos a asegurar que se cultiven más de 100 hectáreas de esas tierras que antaño se dedicaban a papas, cebollas, tomates… Observar el territorio que se extiende entre la ladera de Chafia y la de Güímar y la cuenca de barrancos como el de Chiguergue nos vuelve a poner de manifiesto una crisis agraria y ambiental y no sabemos si social en pueblos que se han convertido en dormitorio donde se ha perdido la gestión, en mucho casos, hasta de sus viñas e incluso cultivos para la obtención de alimentos varios en los entornos de las propias viviendas. Se trata de una crisis socioambiental sobrevenida sólo en tres generaciones. 

Los matorrales están en el entorno de las casas las tabaibas y las vinagreras alcanzan entornos a donde no habían llegado desde el siglo XVI probablemente. El rabo de gato ocupa mayor extensión que las tuneras, con lo importante que fueron éstas como alimento y forraje para el ganado en momentos de crisis. Que no queremos hacer de estas consideraciones un tema de lamentaciones ni falsas alternativas bucólicas  sino, más bien, pretendemos una reflexión sobre un modelo que mire para dentro, llegando hasta las escuelas, que valore y asocie lo pequeño con lo global y las limitaciones que nos impone la naturaleza.

Hacemos, en este caso, la lectura de lo que ocurre en el entorno de una carretera para algo más que para carreras de motos sino que hablamos de un medio ambiente más armónico y socialmente más justo. Los responsables agroambientales no están leyendo lo que pasa con los frutales del sotavento de Tenerife que, en el caso de los castaños acostumbrados a pluviometrías por encima de los 600 u 800 milímetros anuales se han adaptado a unos escasos 200 o 300 milímetros en muchos casos. Y eso, en un contexto en el que las galerías han reducido su caudal en más del 50% en unos años, debería llevarnos a procurar su cuidado y limpieza haciendo un esfuerzo por su recuperación en el duro contexto de las consecuencias del incendio de este pasado verano.

Wladimiro Rodríguez Brito

Juan Jesús González Afonso



No hay comentarios:

Publicar un comentario