sábado, 2 de marzo de 2024

El sector primario en lucha


Cuando nació la política agraria común (PAC), hace de eso ya más de 60 años, la población europea era mayoritariamente rural y había visto de frente el hambre y la necesidad en dos cruentas guerras mundiales, de ahí que más de la mitad del presupuesto de la Unión Europea de entonces se destinara a garantizar el autoabastecimiento y a fijar población en el medio rural al precio que fuera. Además de eso, obviamente, los votos estaban en el entorno rural cosa que en la actualidad ha cambiado radicalmente, por lo que ha terminado imponiéndose un planteamiento más de comida barata en un mundo globalizado.


Si a eso le unimos un interés superior por introducir nuestros productos industriales, de esta Europa rica, en algunas regiones del mundo por medio de acuerdos comerciales claramente perjudiciales para la agricultura europea; incapaz de competir por razones de costes de producción, mano de obra… pues quizás podemos interpretar mejor los motivos de esta movilización del sector primario que se visualizó en Canarias también este pasado febrero. Todo eso unido a la permisividad en la utilización por parte de estos terceros países de productos fitosanitarios aquí prohibidos, por no hablar de las leyes de bienestar animal, en otras regiones del mundo completamente desconocidas. Las normas que está imponiendo Europa son desde una visión urbanita muy alejada de la realidad cotidiana del productor europeo en contacto con la tierra y por eso, quizás, hemos llegado al punto de que las vacas holandesas consuman soja importada de Brasil, Argentina... y algún país más de Mercosur.


Todo esto, sin duda, ha contribuido a que los jóvenes no quieran mirar para el campo, con el consiguiente envejecimiento del mundo rural, encontrándonos ante un relevo generacional ya prácticamente inviable hoy día. La Europa moderna intenta solventar esta situación asociando al campo con un romanticismo de la naturaleza y con un trabajo de jardinería, asociar al campo con aspectos de tipo bucólicos y sin campesinos tal y como los reconocíamos hasta ahora. En el caso canario el asunto se agrava desde el momento que no hemos sido capaces de romper la atomización, provocada por el minifundismo, con cooperativas de distribución capaces de adaptarse a una realidad comercial que nada tiene que ver con las antiguas ventas. Ahora hablamos de marcas blancas que hacen que existan en Tenerife cadenas de distribución donde no podemos encontrar ni una marca de queso local. 


En cierto modo, sobre todo antes de la guerra de Ucrania, esta visión bucólica del campo ha estado funcionando de alguna manera, pero ahora se está viendo que de los más de 8.000 millones de habitantes del planeta probablemente en torno a 2.000 ya puedan considerarse en cierto modo como clase media, y consumen como clase media y compran productos de todo tipo, en este caso comida, a lo largo y ancho del planeta. Ya no es la Bolsa de Chicago la que fija el precio de los alimentos, sino que lo deciden también los chinos, los indios, los árabes… Tal es así que los enfrentamientos en el Mar Rojo, por poner un ejemplo, han beneficiado coyunturalmente al precio de la alfalfa que importa Canarias porque China ha tenido que prescindir de la que recibía de Lérida y compran en California, con lo que tirado de los precios hacia abajo al bajar la demanda.    


Todo esto lo que viene a indicarnos, sin duda, es que hay cuestiones relacionadas con la comida, la alimentación, la ganadería… que se están complicando día a día y se requiere de análisis cada vez más complejos, y en el caso canario la visión del mundo rural y el campo se ha ido quedando como un tema en cierto modo folclórico. Lo que se ha dado en llamar desglobalización significa aduanas, fronteras, seguridad… y a eso se añade un tema sanitario no resuelto como es lo que está pasando con el mayor imperio agrario del mundo representado por Monsanto o la Bayer, y lo que ocurre con el Roundup o glifosato… y una serie de productos químicos sobre los que recaen sospechas de consecuencias cancerígenas para la población. 


Obviamente todas estas situaciones relacionadas con la necesidad de preservar la salud de la población nos enfrentan también a otro situación novedosa en el sentido de que ya no parece válido el planteamiento según el cual íbamos a ser capaces de aumentar el rendimiento agrícola como si de una fábrica de tornillos se tratase. No, hay límites que nos lo ponen un poco más complicado día a día en ese aspecto. La abundancia y los precios bajos no se presentan como alternativa de futuro.


El llamado pacto verde europeo, con agricultura sostenible, economía circular…, no es sólo cómo se vende ese modelo de agricultura sostenible, sino que cuando vivimos en un medio superpoblado, como es el caso canario, en el que hemos reducido la superficie cultivada en más de un 70% en no más de cuatro décadas, pasando de cultivar más de 2.000 metros cuadrados por habitante  (140.000 ha en los años 50) a menos de 200 metros hoy día (40.000 ha), y rodeados de mar, en los momentos actuales tenemos que plantearnos que ni el declive del campo ni el crecimiento demográfico desbocado pueden seguir por esta vía.


De ahí que el reclamo canario, que se ha vivenciado este mes de febrero en varias islas del Archipiélago en forma de grito casi desesperado en nuestras calles (los ganaderos, el sector de la papa, los plataneros…), tenga que ver con una situación en la que el campo canario ya no soporta tanto planteamiento burocrático que cada día lo ahoga un poco más. Se pretende del agricultor que se convierta en gestor dedicado a llenar papeles o que se introduzca en el mundo de la informática para dejar constancia de a qué hora sembró, regó, qué labores realiza… desde una visión urbanita que exige unas condiciones de bienestar animal aquí que para nada se reclaman en los lugares de procedencia de la carne o los huevos que nos vienen de Marruecos o de Brasil. 


Si a todo esto unimos la subida de precios de los abonos químicos, los precios de los combustible, la coyuntura climática desfavorable o un consumo turístico/urbano del agua con poco respeto por los usos tradicionales y donde nos hemos creído, erróneamente a nuestro modo de ver, que el agua la podemos producir contando con energía barata mediante las desaladoras que, sin embargo, presentan una serie de limitaciones que tienen que ver con el consumo de energía no sólo para desalar sino, además, para llevar a cabo carísimas elevaciones hacia zonas de medianías. Eso, además de las situaciones de inestabilidad ambiental provocada por la salmuera y de la gravísima irresponsabilidad que supone llegar apenas ni al 10% en reutilización de aguas depuradas en una tierra como ésta. 


No conviene olvidar que gran parte de los cambios que se han generado en la humanidad a lo largo de la historia, desde la Revolución Francesa y antes, tienen que ver con asuntos relacionados con la comida y el estómago, y en Canarias sabemos bastante de eso en forma de racionamiento y emigración masiva de compatriotas hacia América. Hay una cultura campesina en Canarias que ayudó a gestionar este territorio los últimos 500 años y tenemos que evitar tirarla a la papelera como sinónimo del pasado. Mayormente porque son nuestros campesinos los que conocen el suelo, las limitaciones del clima, los recursos, semillas adaptadas al viento, la aridez, suelos pobres… Se trata de un territorio, el nuestro, donde el hombre ha convivido con la naturaleza que tenemos por muchos siglos y cuando más en peligro hemos puesto todo ese patrimonio ha sido justamente ahora, cuando contamos con más recursos que nunca, lamentablemente. 


Pero en este contexto, y pese a todo, nos alegramos de ver en la calle a caras jóvenes en lucha, lo que quiere decir que se mantiene una inquietud por hacer productivo este territorio tanto económica como socialmente. Quedémonos con eso y exijamos respuestas políticas contundentes en este sentido a todos los niveles, una mirada hacia un futuro más sustentable nos dice que estamos tardando en dar respuesta a las principales demandas del sector primario canario en lucha. 


Wladimiro Rodríguez Brito

Juan Jesús González Afonso 


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