sábado, 15 de octubre de 2022

Barlovento ante una crisis de alimentos baratos


En unos meses los problemas bélicos en los productores de alimentos y fertilizantes han puesto al descubierto algo que temíamos que ocurriría desde hace algunos años: la explosión demográfica. En un corto periodo de tiempo se ha duplicado la población mundial, que ya supera los 8.000 millones de personas. Los procesos de urbanización, los campos sin campesinos y los supuestos modelos productivos –con fertilizantes agroquímicos, mecanización, mejora genética de las semillas y de la ganadería– hacen pasar la producción de una hectárea de trigo de 1.500 kilos a una producción de 4.000 kilos y de una producción por vaca y año de 3.000 litros de leche a 12.000 litros. Y todo ello con una ración de grano y otros elementos de laboratorio que ponen de manifiesto un preocupante nivel de ignorancia y desprecio a los conocimientos empíricos sobre agricultura y ganadería.


Se están aplicando unos sistemas agroindustriales alejados de la naturaleza, como la adaptación de plantas a medios áridos, suelos pobres, ventosos, animales adaptados a la aridez y al frío o a una topografía problemática en territorios complicados, con climas y medios ásperos, con viento, montaña, ladera y carencia de lluvia, ignorando la cultura local de error-acierto adquirida a través de los años. Se está ignorando y menospreciando al buen agricultor y ganadero, al maestro ambiental y a las plantas y técnicas del surco basadas en el territorio y su gente.


Otra medida que hemos de leer con otra cultura es lo que ocurre en nuestro territorio y valgan como referencia dos aspectos en Barlovento relacionados con el agua. Con la actual producción de agua que tenemos, disponemos de más de 2.000 metros cúbicos de agua por habitante y año, mientras que la media en Canarias se sitúa en menos de 250 metros cúbicos. En ese sentido, hay que tener en cuenta que está incluida el agua desalada (70%-80%).


En Barlovento se produce este volumen de agua por habitante en galerías que salen y manan por gravedad, es decir, que no depende del petróleo. Eso es una referencia que hacemos a este pueblo de Barlovento, pero también ocurre en otros municipios palmeros, que disponen de numerosos caudales.


Pensemos que con las últimas lluvias, una parte de este caudal está yendo al mar – y debería estar hoy entrando en la Laguna de Barlovento–, por no haber priorizado un sistema de bombeo y aprovechamiento del que hemos hablado en otros momentos. Por lo tanto, hay un problema de recursos humanos y de recursos físicos, de gestión y de revalorizar las cosas para que estos datos y esta reflexión entren en la escuela y en la vida ciudadana.


Barlovento pasó de 3.100 habitantes en la época del secano –allá por los años 50 del siglo pasado en la que tuvimos que emigrar en algunos casos a Venezuela– a un municipio que tiene en estos momentos poco más de 1.900 personas, con más de 450 fanegas de plátano que producen más de 9 millones de kilos. Hay una riqueza parcial en la costa de Barlovento y un abandono de las medianías y es ahí donde hay que incidir porque hay que facilitar la incorporación de los jóvenes al campo.


Necesitamos que la agricultura de las medianías se revalorice y que la producción de alimentos para los humanos o para el ganado nos haga menos dependientes del exterior. Hay posibilidades para que Barlovento doble la población que tenía en los años cincuenta y no sea una parte de La Palma en que el nivel de defunciones supera en algunos años a los nacimientos, o lo que es lo mismo, que sea parte de La Palma vaciada. Es decir, el noroeste de La Palma es la zona de la isla que ha perdido más población y, sin embargo, es la zona de la isla que tiene más suelo cultivable y más agua.


Estos surcos de papel pretenden hacer una reflexión de cerca, sin temas de nostalgia ni de lecturas románticas o planteamientos de idealismo lejano sobre cómo hoy en Barlovento y en Canarias tenemos que hablar de otra manera dada la deficiente gestión que hay de nuestros recursos. Las Administraciones tienen que crear condiciones para que los jóvenes vuelvan a mirar para esta realidad y se acerquen al campo, con sueldos dignos y aprovechando los conocimientos y sabiduría de nuestros campesinos. Otra forma de vivir es posible, sin tanta dependencia de la paguita o de los alimentos que traen de fuera. Pongamos las herramientas para que nuestros jóvenes vuelvan al campo y recuperemos pueblos como Barlovento.

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