sábado, 5 de noviembre de 2022

BRASIL Y CANARIAS

Pocas veces un país como Brasil tiene tanta influencia en el presente de un pueblo, alejado geográficamente y con menos vínculos como los que tenemos con Cuba, Venezuela o Uruguay. Brasil es, entre otras cosas, el mayor productor y exportador del mundo de soja, maíz y carne y nosotros somos altamente dependientes, de tal manera que la leche y la carne que demandamos en Canarias tiene que ver con ese país.

He seguido desde hace años la trayectoria de Lula de Silva y la del fallecido Tabaré Vázquez, en Uruguay. Han sido ejemplos de gestión del campo y la sociedad, contando con los campesinos y alejándose de las burocracias de la supuesta izquierda. Afortunadamente, no han tenido nada que ver con los casos cubanos, venezolanos o nicaragüenses, donde les han entregado la dirección y gestión del campo a unos burócratas del partido, generando un caos económico y social.

Escribimos estas líneas, en la que incluimos aspectos ambientales, deforestación y sueños políticos, aspirando a una sociedad con los recursos mejor gestionados y con una Amazonia que sea realmente el pulmón del planeta.

En unos años hemos asumido que la alimentación de nuestro pueblo es cosa del supermercado, provocando que los niños asocien la procedencia de los alimentos con la nevera. De Brasil sabemos del Carnaval, de algunos futbolistas y poco más. Ahora oímos hablar de la subida del precio de los cereales, sobre todo, como alimento para el ganado; y comentamos la subida del coste de la vida y lo asociamos a Putin y a la guerra de Ucrania. Sin embargo, pocos saben que importamos manzanas de Chile, cebollas de Nueva Zelanda y papas de Inglaterra. 

Nos hemos olvidado de la ganadería y no preguntamos cuántos kilos de grano demanda una vaca al día para producir 12.000 litros de leche al año. La agricultura la asociamos con el pasado, con el atraso y la miseria. De hecho, en muchas casas apenas se pone un caldero al fuego y solo se alimentan de comidas preparadas o precocinadas. Ahora la gente se va a vivir al campo, pero denuncia como actividad molesta que el vecino tenga un gallo que altera la madrugada canaria o que las cabras den mal olor. En los tiempos que vivimos, la modernidad es el cuidado de las mascotas y se pretende una agricultura sin agricultura, como si tener alimentos fuera lo mismo que fabricar tornillos.

Los campos están abandonados y ya son cosa del pasado. El sacho es muy duro, el Merry y el tractor tampoco lo quieren coger los jóvenes, pero sí ir al gimnasio, hacer surf o parapente porque eso da más prestigio que trabajar la tierra. Hemos cambiado los valores y lo grave del asunto es que no nos hemos dado cuenta, incluidos los responsables intelectuales de esta sociedad. De hecho, los políticos no hablan del tema porque el campo ya no da votos.

Brasil para nosotros tiene una doble implicación: la alimentación de cada día y el cambio climático, ya que Bolsonaro ha acelerado la deforestación de la Amazonia en los últimos años con una superficie destruida similar a la que ocupa Holanda. Lula propone proteger lo que queda de la selva amazónica y luchar contra la pobreza. Es un planteamiento que compartimos, sabiendo que no es fácil, dadas las carencias de la población y el deterioro causado.  

No olvidemos que en la zona sur del país, en la Cuenca del Paraná -que es compartida con Paraguay, Argentina y Bolivia- se ha producido un deterioro hídrico del río debido a la deforestación y ha dejado de ser navegable en muchos kilómetros. Esto ha generado problemas con los agrotóxicos en la población, a lo que hay que añadir nuevos problemas ambientales por el uso y abuso del glifosato herbicida y la contaminación del acuífero y la pérdida de fertilidad del suelo. No solo hablamos de lo que significa el importante pulmón de la Amazonia para la humanidad sino también de la desaparición de comunidades indígenas.

No entramos en otros asuntos como los biocombustibles, como ocurre con el caso del etanol, del que Brasil es el segundo país productor. En ese tema participó erróneamente Lula en la anterior legislatura con George W. Bush al frente de los Estados Unidos, con sueños equivocados sobre la producción ilimitada de alimentos y un culto a la industria del automóvil que ha sido compartida en gran parte en Canarias.

Enhorabuena para los brasileños, que seguro darán pasos en el campo social para atender a más de 30 millones de personas que no comen tres veces al día; mientras que en campo ambiental pondrán freno a la deforestación y tendrán un mayor cuidado ambiental.

Sería bueno que en Canarias aprendamos algo de lo ocurrido en un territorio cargado de recursos como Brasil, que en pocos años inició un camino de deterioro social y ambiental que solo ha generado miseria para el pueblo. Lula ha entendido que el modelo de Cuba, Nicaragua y Venezuela no es el faro que alumbra en Brasil y que tampoco el modelo insolidario y derrochador de Bolsonaro es bueno para su país. Quiero creer que los brasileños y otros pueblos de los que proceden los alimentos nos están indicando de nuevo el camino para encabar el sacho. Nunca es tarde.


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