sábado, 16 de septiembre de 2023

El plátano: algo más que lamentos

No es entendible que una actividad agraria que produce más de 400.000 toneladas de alimento como el plátano y que es básica en un territorio desagrarizado como el nuestro se vea abocado a tirar la toalla, como está ocurriendo con muchas familias que en muchos casos no cubren ni el 50% de los costes de explotación, en muchos casos i el 50%. Y eso a que, en cierto modo, es un sector “mimado” con recursos públicos (30 céntimos/kg), lo que representa algo más de 120 millones de euros vinculados a los planteamientos sociales y de mantenimiento del paisaje.


En poco más de diez años, desde 2012, nada menos que 95 millones de kilos de plátanos han ido a parar a la pica. Concretamente, en lo que llevamos de año 2023, hay unos 14,5 millones de kilos que no hemos sido capaces de comercializar. Esto es un asunto indefendible si tenemos en cuenta aspectos tanto sociales como ambientales y es por ello que los recursos debían concentrarse en la comercialización, máxime cuando sólo significamos el 4% de la demanda de la Unión Europea. 


Hoy día ya no tenemos el mercado peninsular cautivo y no es lógico -y supone un error estratégico- funcionar como si lo tuviéramos, manteniendo 60 marcas de plátanos y seis organizaciones de productores, muchas veces despellejándose entre ellas, y vendiendo “a resultas”, como ocurría cuando no había competencia, que se enviaban los plátanos prácticamente sin contratos para que llegara al agricultor lo que sobraba una vez descontados los gastos y compitiendo con el modelo de la banana, bien organizada en un par de marcas. 


Como bien han advertido los Amigos del Plátano en un reciente informe “mientras que la banana americana, con una organización inteligente, moderna y eficiente, va copando el mercado, la competencia suicida e ineficiente de los plataneros canarios, compitiendo entre nosotros y sin descanso, sigue dejando vía libre a que continúen hasta donde ellos mismos quieran llegar”.


De un mercado cautivo para el plátano canario, la banana ha sido capaz en pocos años de acaparar el 50% del consumo peninsular. Y todo indica que ese porcentaje, si no se actúa de manera decidida al respecto, podría ir aumentando. No debemos perder de vista lo que eso representa también en lo que se refiere al encarecimiento de los fletes puesto que Canarias no tiene otra producción susceptible de ocupar el lugar del plátano en los barcos que llegan aquí cargados y que, de irse vacíos, nos repercutiría, sin la menor duda, en más encarecimiento de nuestra cesta de la compra. El plátano paga más de 5 millones de euros en fletes -sólo los marítimos- y que de otra manera irían a un sobrecoste en lo que importamos. 


En mundo desagrarizado y descapitalizado como el nuestro la desaparición del plátano significaría la ruina demográfica y social de numerosos pueblos de Canarias. De este modo nos veríamos abocados a una grave crisis de la Isla Baja en Tenerife donde los plátanos se mantienen como primera actividad económica y también en Las Galletas y el Oeste de Tenerife, así como a un descalabro social y económico de gran parte de La Palma, desde el Norte a Tijarafe, incluido, lógicamente, el Valle de Aridane y Fuencaliente. También supondría una crisis de la zona de La Dama en La Gomera y en el noroeste de Gran Canaria, sobre todo en Gáldar, Guía y buena parte de Arucas. Y, de alguna manera, también afectaría a la zona de El Golfo en El Hierro. 


Estamos hablando de miles de puesto de trabajo, de pérdida de paisaje y de articulación del territorio. Y no podemos perder de vista asuntos como el aprovechamiento de aguas depuradas y demás, en los que el plátano juega un papel protagónico y, por qué no decirlo, lo que el plátano ha significado de siempre en la retirada de combustible de nuestros montes. 


Hemos de esforzarnos, además, en cruzar Los Pirineos tanto en la modalidad del plátano ecológico -tema éste bastante descuidado-, como en la producción convencional. La pica como situación coyuntural es entendible para alimento del ganado u otras cuestiones por un fenómeno natural como ola de calor y demás, pero no puede convertirse en una situación estructural como está ocurriendo. Con las características del plátano de Canarias debíamos estar haciendo el esfuerzo de invertir parte del dinero que nos malgastamos en tirar comida en conseguir que nuestros plátanos entren en Europa, de tal forma que no nos resignemos como en otros tiempos a pasar página en un sector económico hasta ahora tan estratégico social y ambientalmente para todos nosotros. 


Con 60 marcas compitiendo contra dos multinacionales no hay nada que hacer. Nuestro plátano necesita una defensa directa y clara que pueda plantar cara a la banana y acabar con las peleas familiares en las islas. Tenemos que economizar recursos, sobre todo, los que estamos invirtiendo en marcas, estampitas y cajas de colores diferentes, para invertirlos en acercarnos a los consumidores de manera más directa. Está en nuestras manos el parar esta crisis y hacer viable nuestra producción, tanto en el plano social como ambiental. No podemos embarcar los plátanos en el mismo barco que en su día embarcamos a los tomates, con la pérdida de más de 20.000 puestos de trabajo. Estamos a tiempo de salvarlos, pero hay que hacerlo ya.  


Wladimiro Rodríguez Brito y Juan Jesús González


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